domingo, 30 de noviembre de 2014

Iquique o la gran desolación

Kilómetros y kilómetros de carreteras solitarias, con ruinas de galpones, minas y fábricas abandonadas de lado y lado, una larga costa apenas transitada en donde sólo se oyen el viento asediando eternamente desde el desierto de Atacama y el mar en su eterno ir y venir desde el Pacífico, es lo que rodea hoy a la ciudad portuaria de Iquique, en la región de Tarapacá, una ciudad que guarda una historia de guerras, hambrunas, opresión y desolación.

Esta región pertenece hoy a Chile, ubicada al norte, pero alguna vez en el pasado perteneció a Perú y por breve tiempo a Bolivia, durante la guerra entre estos dos países en 1842. Igualmente pertenece a Chile desde la Guerra del Pacífico, ocurrida entre los tres países mencionados hacia 1880, de manera que la transformación de lo que era una pequeña aldea postcolonial a una ciudad reconstruida como una gran urbe no puede verse desligada de lo que fue un prolongado conflicto de intereses económicos. Y estos intereses se agudizan cuando el tentáculo capitalista de Inglaterra mete sus ventosas en la región con lo que fue su único motor de desarrollo: la industria salitrera. “Inglaterra había ocupado el lugar de España” afirma Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina, y luego razona: “Hasta aquella época, el desierto había oficiado de zona de amortiguación para los conflictos latentes entre Chile, Perú y Bolivia. El salitre desencadenó la pelea. La guerra del salitre estalló en 1879 y duró hasta 1883. Las fuerzas armadas chilenas, que ya en 1879 habían ocupado también los puertos peruanos de la región del salitre, Patillos, Iquique, Pisagua, Junín, entraron por fin victoriosos en Lima, y al día siguiente la fortaleza del Callao se rindió. La derrota provocó la mutilación y la sangría de Perú” (Siglo XXI editores, 2000, pág.228). 

Con el rápido desarrollo de la minería salitrera alrededor del puerto de Iquique, a finales del siglo XIX, ya definitivamente en manos de Chile, son los capitales ingleses quienes impulsan y desarrollan a esta ciudad, pero por supuesto un desarrollo meramente capitalista, a expensas de la pobreza de los pampinos. La región se empieza a llenar de inmigrantes ingleses, alemanes, españoles e italianos de clase media con diferentes intereses económicos asociados siempre con la industria salitrera, mientras el pueblo nativo, compuesto por bolivianos, peruanos y chilenos de las clases más bajas, así como algunos inmigrantes empobrecidos por la desleal competencia interna de la burguesía, comienzan a convertirse en obreros explotados, oprimidos y marginados.

Esta situación se mantiene hasta la primera década del siglo XX, cuando los trabajadores salitreros deciden organizarse y exigir reivindicaciones. Sus jornadas eran de 16 a 18 horas, les pagaban en fichas que sólo eran válidas para la misma empresa empleadora, es decir, no recibían remuneración real, no tenían derecho a la educación de sus hijos ni a seguro ni nada que se pareciera a beneficios sociales. Motivado a esto, la población minera de la vasta región de la Pampa chilena inició una caminata pacífica, con consignas, banderas y pancartas, sin armas, con sus esposas, hijos e hijas, desde todas las zonas aledañas, principalmente de la Oficina salitrera de San Lorenzo, en el cantón de San Antonio, hasta la Oficina principal de las minas de salitre en Iquique, la segunda semana de diciembre de 1907. Así rememora el último sobreviviente de esa manifestación, entrevistado para el documental Escuela Santa María de Iquique, 1907, filmado por la Universidad de Chile en 1969, durante el gobierno de Salvador Allende (visible en la página Youtube): 

Marcha de huelguistas a Iquique. 1907
“Así llegó el buen día, el día del principio para ir al día fatal. Partieron, señores. A la Oficina Santa Lucía. Vamos agarrando la línea del ferrocarril. Las ocho, las quince, las veinte cuadras, el gentío, algunos ya se les acababa el agua, ya venía el hambre, ya la guagua pedía era agüita, ya la hijita que venía andando se caía al suelo y era incapaz de andar, sabíamos bien que había mucho sol y más aquí.” 

En la marcha había mucho más de cinco mil personas de las clases más bajas. Partieron de la salitrera San Lorenzo a la Santa Lucía, y de ahí a San Antonio, para agruparse y dirigirse a Iquique. En la entrada de la ciudad, los esperaba la guardia montada y los granaderos para impedir su paso al interior de la ciudad. El regimiento llevó a los manifestantes hasta el Club Hípico de la ciudad donde supuestamente serían escuchados por las autoridades. De allí, tras algunas horas de espera, son llevados al patio de la Escuela Domingo Santa María, en el centro de la ciudad, siempre con la promesa de que sus reclamos serían escuchados. Los manifestantes deciden organizarse para unir criterios en la negociación para la solución de la huelga con las autoridades. Así lo explica el historiador Rigoberto Sánchez, en el documental de 2007 Masacre en la Escuela Santa María para Iquique Televisión (visible también en Youtube): 

“Y va a haber un equipo directivo, el comité central de la huelga, donde van a estar los delegados de cada una de las oficinas en huelga, y se van a constituir comisiones de trabajo -para usar un lenguaje actual-. Una dedicada al cambio de ficha, para poder adquirir artículos de consumo acá en el comercio local. Otra dedicada al cuidado de las dependencias y a evitar la embriaguez de los trabajadores, y un equipo que va a negociar con las autoridades.”

El pliego de peticiones que los obreros –mineros, ferroviarios y portuarios- entregaron a los militares, que ya tenían toda la ciudad custodiada, contemplaba varios puntos, entre ellos los principales eran: pagos de la jornada a 18 peniques, supresión del sistema esclavista de pago en fichas, cubrir las bateas en prevención de accidentes (seguridad laboral), escuelas para los hijos de los trabajadores, e indemnización al desahucio (despido justificado y remunerado). Los dueños de las industrias salitreras se negaban a ir a negociar con los trabajadores hasta que no depusieran la huelga, pero estos se negaban a volver a sus puestos de trabajo hasta que no les atendieran sus patrones. Al lugar se apersonó Carlos Eastman, quien ostentaba el cargo de Superintendente, y asume el papel de mediador en el conflicto, sin éxito ante el poder manipulador de los empresarios. Sin embargo, la realidad es que el Ministro del Interior, Rafael Sotomayor, y el propio Presidente de la República Pedro Montt, habían dado la orden expresa, por escrito, de prohibir la libertad de manifestación a como diera lugar así tuviera que usarse la fuerza, ya que la misma rondaba los diez mil huelguistas, y no sólo estaban en el patio de la escuela, sino que ocupaban también la plaza central de la ciudad. Cabe destacar que para el momento, Chile enfrentaba una fuerte devaluación de su moneda. El General Roberto Silva Renard, el jefe militar de la región, recibió entonces una orden directa del Presidente Montt mediante telegrama: “Adopte toda medida para cesación inmediata de huelga. Montt”. De esta manera, Silva Renard pretendió dar la orden a los manifestantes de marcharse a sus lugares de trabajo, pero, como era de esperarse, estos se negaron ya que sus patrones no les daban la cara.

El informe que Silva Renard envía al Ministro Sotomayor, justificando su acción, detalla cínicamente los hechos: 

Huelguistas asesinados en Iquique. 1907
“Como usted comprenderá, los oradores no hacían otra cosa que repetir los lugares comunes de guerra al capital y al orden social existente”. (Archivo General de Chile, citado también por el historiador Sergio Grez Toso en su ensayo Matanza de la Escuela Santa María de Iquique 1907. Guerra interna preventiva del estado chileno contra el movimiento obrero, en la página web http://relaho.org/documentos/adjuntados/article/154/greztoso1.pdf). 

Finalmente, a las 3:30 de la tarde del 21 de diciembre, Silva Renard grita la orden de fuego contra los delegados que estaban en la parte alta de la escuela y contra la multitud en general. El parte oficial de la matanza sólo reconoció 120 muertos, sin embargo, diferentes testimonios de sobrevivientes y testigos que se recogieron a lo largo del siglo XX, dieron fe de que allí, en poco menos de un minuto (treinta segundos exactamente admitió el mismo Silva Renard en el citado informe), el ejército asesinó entre 2000 y 3000 personas, entre hombres, mujeres y menores de edad. Dichos sobrevivientes huyeron del sitio, derrotados, heridos, humillados, ensangrentados, con sus familiares asesinados y además, obligados a volver a sus puestos de trabajo, mientras sus muertos dejados atrás en el centro de Iquique, fueron enterrados en una fosa común a las afueras del pueblo. Por lo escandalosa de la masacre, y la cobertura mediática que tuvo, el Congreso Nacional ordenó crear una Comisión Oficial de Investigación del suceso… la cual nunca fue conformada. En 1914, en general Silva Renard fue mortalmente herido por un sobreviviente de dicha masacre, uno de los reconocidos fundadores del movimiento anarquista chileno Antonio Ramón Ramón, quien vengó la muerte de sus familiares asesinados por orden del militar… Lo único parecido a la justicia que hubo para quien causó tantas muertes.

Hoy, por decisión de la Presidenta Michel Bachelet, cada 21 de diciembre, desde el centenario de la masacre en 2007, ha sido declarado Día de Duelo Nacional y se creó un monumento en homenaje a los y las mártires de Iquique. Sin embargo, las secuelas de la masacre están aún vivas en la pampa chilena, en los kilómetros y kilómetros de carreteras solitarias, con ruinas de lado y lado, en la larga costa donde sólo se oyen el viento asediando desde el desierto de Atacama y el mar en su eterno ir y venir desde el Pacífico, todo en una conmovedora gran desolación. 

Isaac Morales Fernández 
(publicado originalmente en la Revista Unidad de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores de Venezuela, correspondiente al mes de octubre de 2014)

El hermoso fascista ha muerto. Primeras impresiones por la muerte de Chespirito

No pretendo agradar a nadie con esta nota. Realmente pretendo plasmar los sentimientos encontrados que, desde que me hice adulto, comencé a tener sobre Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, o más específicamente sobre su personaje inconfundible: El Chavo del Ocho. Y es que uno no piensa que murió el actor: uno siente que murió su personaje más famoso, y eso puede llegar a doler, como si una parte de la infancia de uno murió con él, porque el Chavo del Ocho no fue cualquier personaje de la farándula televisiva latinoamericana.

Muy raras veces dedico una o dos líneas a alguna noticia asociada con el mundo de la farándula y la televisión, pero sin duda la muerte de Roberto Gómez Bolaños tiene algo de amargo, un sabor muy desagradable para Latinoamérica. Yo no sé exactamente como hizo un tipo tan retardatario, conservadurista, derechista y hasta fascista como Roberto Gómez Bolaños para crear el personaje de El Chavo (y todos los demás, con el Chapulín Colorado de segundo en la fila). Yo recuerdo de niño haber visto día tras día, capítulo tras capítulo, a ese personaje infantil que vivía dentro de un barril en medio de una vecindad sumamente pobre, y recuerdo haberme conmovido muchas veces por ello. De adulto me di cuenta que El Chavo del Ocho, su mensaje o su cosmovisión era mucho más revolucionaria que su autor/actor. Es que El Chavo es en buena medida un asunto ya cultural latinoamericano que hace mucho tiempo trascendió la mera pantalla televisiva mexicana. De tal manera que no hablaré de la persona, más que todo por respeto a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, sino de lo que al fin y al cabo interesa en el arte: de su obra, de su obra en un contexto social de un país atolondrado por la burguesía. 

¿Cuántas veces no sufrimos con el Chavo su pobreza extrema? ¿Cuántas veces no sentimos empatía y conmiseración por él? Y todo lo que giraba a su alrededor lo ponía a uno de niño a pensar: la doble moral de Doña Florinda y el Profesor Jirafales, lo obstinadamente mimado y malcriado de Quico, el Señor Barriga y su posición económica apenas medio superior pero que ya lo hacía asirse de una partícula de poder por sobre los arrendados, y además de todo eso la relación hermosa entre padre e hija de Don Ramón y la Chilindrina. Casi podríamos hacer una radiografía de todos esos personajes y todos nos llevarían a un mismo lugar: la conclusión de que este mundo vale la pena cambiarlo por algo menos grotesco y más hermoso. Esto no es algo que uno pensara de niño, por supuesto, pero sí es algo que uno concluye con el pasar del tiempo.
Otras impresiones guardé para siempre de las últimas veces, ya adolescente, que miré El Chavo, que hoy vienen a mí al lamentar la muerte de lo que era Roberto Gómez Bolaños a fin de cuentas: un ser humano, y toda vida humana que fallece es lamentable, más aún cuando esa vida ha sido dedicada a la creación. El Chavo vivía en un barril, sin padre ni madre, sin nombre (pues recordemos “el chavo” no es otra cosa que “el muchacho”), un niño de la calle abandonado a su suerte que encontró una casa de vecindad que lo acogiera en su patio central. Bien pudo el Chavo haber dormido en un catre, una esterilla, unos cartones, una colchoneta, en fin, horizontal y medio cómodo, pero no: el Chavo escogió un barril y una posición fetal de cachicamo asustado, como si aún necesitara ocultarse, blindarse de alguna manera contra las injusticias del mundo. Por supuesto ese escondite o blindaje no era tan efectivo. Normalmente todos lo respetan en su minúsculo espacio llamándolo parados al lado del barril como quien llama por una ventana, pero fue común ver como sucedían accidentes de todo tipo, es decir, cosas que le caían en la cabeza aun dentro de su barril, desde agua hasta basura. Allí el Chavo recordaba su tragedia: no tenía como protegerse totalmente aunque lo intentara. ¿Cuántos niños y niñas que hoy llamamos de la patria, que los hay en todo el mundo, viven en esas condiciones de indefensión, expuestos a los accidentes de una humanidad torpe que no ha sabido garantizarles una vida digna, una infancia plena? Sin duda esto es, como la muerte, algo para sentarse a llorar. Afortunadamente en la vecindad, que además adopta el nombre del singular personaje, “La Vecindad del Chavo”, nunca faltó quien le diera algún alimento, algún cobijo de alguna manera, nunca faltó quien compartiera un juguete con él, dentro de la pobreza circundante, de la opresión en que vivían esos personajes.

Doña Florinda: ¿cuántos terminamos odiándola, a ella y a su mimado hijo, por hacernos reír de su injusta calumnia y consecuente desprecio y maltrato contra Don Ramón, cuyo único defecto siempre fue no conseguir una chamba estable para poder pagar la renta? Doña Florinda crió sola a Quico, sin padre desde que este la dejó –¡típico!-, pero no pudo nunca ser “madre y padre” como se dice comúnmente, no pudo ser una mujer “echada pa’lante” para mantener a su hijo: siempre pendiente de que el profesor Jirafales le diera el amor y las comodidades que necesitaba y que su pequeño restaurante (más bien una modesta lunchería) no podía satisfacerle. No dudo que ambos personajes se amaran de verdad, pero era un enamoramiento anacrónico, nadie hubo jamás que les dijera que los adultos no pueden enamorarse como los preadolescentes, sobre todo cuando hay niños de matrimonios anteriores de por medio. ¿Hasta cuándo pensaba el profesor Jirafales tener a Doña Florinda con un enamoramiento platónico, por no decir pueril, en vez de convertirse de verdad en la figura paterna que necesitaba Quico para dejar de ser tan mingón, malcriado, engreído, pedigüeño y avaro? Porque el Profesor Jirafales es un hombre correcto, continuamente lo vimos demostrar tener alto sentido de la honestidad, de la ética, además de una elevada cultura dada su condición de docente, independientemente de que “tarareara” cada vez que lo obstinaban los niños. El profesor Jirafales sin duda fue siempre esa autoridad paternal, amorosa y positiva, que necesitaba el pequeñoburgués de Quico.

Por otro lado, tenemos a Don Ramón: un hombre que no tuvo suerte para conseguir nunca un trabajo estable. Eternamente desempleado, es para mí la imagen clara de un estrato social marginado, condenado a ser pobre cultural y socioeconómicamente para siempre. Además de eso, viudo, pues la mamá de la Chilindrina murió cuando ella estaba más pequeña (creo recordar lejanamente que en algún capítulo lo dicen). Don Ramón afronta entonces, con todos sus defectos, con todas sus contradicciones, la crianza de su hija: la levanta temprano para ir a la escuela, le prepara el desayuno, está pendiente de sus tareas, la aconseja, la protege y la defiende cada vez que la ve llorando con su escándalo peculiar. Paralelamente, La Chilindrina es la única que defiende a su padre de los insultos de Doña Florinda, de los acosos del Señor Barriga, y cada vez que puede le dice una cantidad de cursilerías cariñosas a su padre para mantenerlo contento. Por supuesto, no tengamos duda de que a la Chilindrina siempre le hizo falta su madre: lo malvestida que andaba siempre, manchada, con los botones mal abotonados, los lentes torcidos, las coletas disparejas, es pruebo de ello. Es una cosa casi arquetipal, no digamos estereotipal porque sería ofender. Digamos que Don Ramón hace lo que puede. Al igual que Doña Florinda con Quico: este último siempre está bien vestido, bien peinado con su respectivo gorrito, y apenas se medio ensucia la mamá lo regaña. 

Don Barriga es el ser más detestable y por ello el más grotesco de los personajes. No es gordo porque tenga un problema de alimentación, ni porque su obesidad simbolice problema de salud: es gordo porque simboliza la abundancia, la opulencia, él es La riqueza de las naciones con patas. Por ello cada vez que entra es objeto de burlas y sufre los peores desmanes y accidentes por las travesuras de los niños. Hasta le confunden el nombre porque, básicamente, el Señor Barriga es un desclasado, una contradicción andante: él sólo cobra la renta para los verdaderos dueños, invisibles y desconocidos para los niveles sociales más bajos. Hace poco un grupo de intelectuales llegábamos a la conclusión de que la peor carrera universitaria que ha creado el estado burgués es la de Administración de Empresas: implica administrarle los dineros a los poderosos. Es equivalente a los capataces de la esclavitud, que eran los mismos negros, pero no cuales quiera, sino los chupamedias y autonegados, los que fueron capaces de levantar el látigo contra sus iguales. ¿Cómo concluyo todo eso del señor Barriga, si se supone que él es el “dueño” de la vecindad? Pues porque si realmente el paltó, la corbata, los pulcros zapatos y el lujoso maletín que carga significaran que es un clase media (por lo menos), su hijo Ñoño no estudiaría en la misma escuela que los demás niños de la vecindad.

Y en medio de todo esto, volvemos al principio, está el Chavo, con un solo tirante, con su gorrito de los años cuarenta, con sus pantaloncitos brincapozos, con sus zapatos desgastadísimos, hablando y hablando sin parar, defendiéndose como puede, expresándose desesperadamente hasta quedar hablando solo con la mayor sinceridad y desparpajo, con la verdad doliente para quien fuera, con su pobreza y su tristeza a cuestas perennemente, y sobre todo y por encima todo, redundo adrede, una imaginación imparable, con el “¡zas!” y el trote estacionario cada vez que se le ocurre una genial idea, con su capacidad para imaginar juegos, juguetes, situaciones, artefactos, roles, aventuras, en fin, una creatividad que al final de cuentas es la que salva a todo niño de la miseria humana, de la miseria adulta. Es la capacidad de crear mundos imaginarios la que nos hace seguir llevando internamente y con nostalgia ese niño, ese paraíso perdido en le corazón al cual nunca volveremos. Y así, todos y todas, durante dos o tal vez hasta tres generaciones, en toda Latinoamérica (no nada más en México) crecimos junto a ese chavo que nunca creció, eternamente de ocho años, y lo llevamos en el alma como un recuerdo de cómo se podía ser feliz con sólo nuestra imaginación y nuestra creatividad.

domingo, 5 de enero de 2014

Desfile por los 9 años de ¿al vacío...?

Portadas de las 25 revistas ¿al vacío...? (2004-'13)
Mucha gente ha pasado por las manos del grupo ¿al vacío...? y las páginas de su revista homónima. Recordemos que aunque son 9 años de la revista, el grupo tiene 12 años de existencia, por lo tanto comenzaremos desde esa época, año 2001. Hagamos precisamente un “pase de revista” por esta marcha:

BATUTA: 
Tres tristes tigres hablaban paja en un banquito de la plaza. Sus nombres: Iván Espinoza, Javier Pérez e Isaac Morales. Era el año 2000, en Santa Teresa del Tuy. Querían una revolución literaria para el pueblo. Frecuentemente Eduardo López, mejor conocido como “El poeta del Morralito”, se unía a tales ensoñaciones. Pero no había brújula. La brújula llegó en 2001: la traía en un bolsillo Julio Valderrey, vestido de basketbolista de los Celtics (creo, porque recuerdo que era verde). Sólo unos locos como nosotros podíamos creer en tan peculiar astrolabio. Afortunadamente, ¡la pegamos! Poco tardamos en darnos cuenta de que habíamos hallado el derrotero correcto.

FORMACIÓN: 
Iván Espinoza, Javiér Pérez, Eduardo López, así como las amigas Elleri Chacín y Yelitza Lira, y sin olvidar a este servidor, estuvimos entre los primeros asistentes más consuetudinarios al primer taller de Julio Valderrey en Santa Teresa, en el año 2001. Es decir, hubo otros, pero fueron “sinsuetudinarios”. El taller fue en la Casa de la Cultura Juan España, gracias al apoyo del entonces director de cultura Andy Pérez. Al terminar el taller decidimos seguir reuniéndonos, por lo que nos constituimos como el Círculo de Reuniones Literarias de Santa Teresa del Tuy.

MARCHA: 
No sé exactamente cuando fue, sólo sé que fue una tarde loca entre finales de 2001 y principios de 2002 cuando, ebrios, sudados, lustrosos y risueños, en un apartamento mínimo y sin ventanas donde (medio-mal)vivía Iván con un ventiladorcito y su pequeña Ammi, le pusimos el nombre “oficial” al grupo: ¿al vacío...?  Todo fue mi culpa. Lo admito y sabré acarrear con las consecuencias. Había estado leyendo más física cuántica de la que realmente podía entender por entonces, y pegado de Mandelbrot, Hawking, Davies, y además con un empeño loco en ver si después del Dadá se podía ser más “inventón”, la palabra “vacío” me inundó -irónicamente- viendo un día un documental sobre los mayas y la invención del cero. El término “vacuista” vendría mucho más tarde.

PROCESIÓN: 
Por esa misma época, Julio se trajo a Julián. Julián Márquez fue nuestro segundo maestro: el de narrativa. Nos impactó su Simulacro de Helena y su manera inédita de beber más que todos los demás sin rascarse. Pero sobre todo su gran sencillez y su solidaridad con nuestras inquietudes. Por esa época se sumaron a nosotros Jonny Galué, Jen Martínez Martínez, Miguel Bellorín y una chica llamada Tania que nos tenía mucho cariño a todos pero no nos soportaba. También la camarada Morelbis Aguiar anduvo un tiempo entre nosotros, soportándonos. Organizamos algunos recitales y “maratones” de poesía (porque un recital de poesía de casi 8 horas es casi un festival de Woodstock: Un tercio de día de música, amor y ladilla). Algunos poetas panas de Caracas como Roger Herrera, Joel Rojas, Diego Sequera, Álvar Trujillo vinieron a leer en alguna ocasión de esas.

CORTEJO: 
A mediados de 2002 comenzamos con la idea revolucionaria de crear una revista exclusivcamente literaria y “vanguardista” para el Tuy, y comenzó la Revolución a tener sus primeras contradicciones y contraindicaciones posológicas: al alcaldesillo de entonces se le ocurrió la brillante idea de “remodelar” la Casa de la Cultura, y lo que hizo fue mantenerla derruida durante dos años, hasta 2004. A princpios de 2003 publiqué mi primer libro, Glosario de una vida (con Luis Lacave y su Editorial Toromaina), y poco después me atreví a dar mi primer Taller de Iniciación literaria, en las instalaciones del Centro de Formación Cultural “Federico Bello Klie”. También comencé a dar clases de literatura de Secundaria (y Julio durante un breve lapso, literalmente, también), y por esas vías captamos más gente para el amor por las letras.

COMPARSA: 
De los liceos, se nos sumaron Michelle Antoine, Rosa Guevara, Danna Urdaneta (es decir, Daniela Moreno) y Ana Karina Rondón. De los talleres, se nos sumaron Leonardo Delgado, su hermano Leonard. También por esos talleres pasaron personas que recordamos con aprecio como  Ingrid García, Rita Mercado y sus hijas Carolina y Rasec Barrios, Ana Teresa Carmona, José “Cheo” Franquiz (hoy fallecido), entre muchos otros. Hasta que por fin logramos hacer la revista. El primer número, de diciembre de 2004, lo imprimimos en una impresorita de escritorio gracias al apoyo del entonces director de cultura Luis Alexi Salas, a quien asignaron en el cargo cuando por fin la Casa de la Cultura fue reconstruida en lo que es ahora: un “galpón” para cualquier cosa. Lo importante fue que gracias al trabajo sostenido de Iván Espinoza, quien era promotor de cultura de ese ente municipal, y con “financiamiento” de la Dirección de Cultura como tal (al menos para imprimir), pudimos sacar 50 ejemplares de la primera revista literaria de los Valles del Tuy, en formato media carta y de apenas 8 páginas (2 hojas). También nos ayudó la compañera Doris Osorio, quien estaba creando una Fundación Pro-Lectura que lamentablemente no duró mucho tiempo. El cronista municipal Jesús Silva Yrazábal también participaron en el nacimiento de la revista. Incluso mi madre Yrene Fernández y mi esposa María Eugenia González también publicaron algunas veces en los primeros números de la revista. La profesora Magdalena Goncalves fue la madrina de ese primer número, y ella fue, por cierto, la primera sorprendida.

CARROZA: 
Entre 2005 y 2006 nos activamos con más talleres y concursos literarios. Hicimos un taller triple: los jueves yo daba el de dramaturgia, los viernes Julio daba el de poesía y los sábados Julián daba el de narrativa. Allí se nos sumaron Ariany Rodríguez, Angélica Aguilar, Susana García, Gladys Muñoz de Ramos, Isaac Valderrama y Michelina Flammia pasaron por esos talleres y los culminaron exitosamente. Al mismo tiempo nos sumamos a la creación de la Red Nacional de Escritores. Julio, que quedó como vocero por el Estado Miranda, y yo que simplemente me dispuse a acompañarlo, nos dedicamos durante un mes entero a recorrer los seis municipios tuyeros, a hacer reuniones con escritores para censarlos, y a soñar con un futuro venturoso para la literatura de estas tierras. 

CABALGATA: 
Con la revista consolidada a través de 5 números publicados en dos años, entramos en el año 2007 con más grandes planes: una imprenta que se logró producto de nuestro trabajo articulado con esa incipiente Red Nacional de Escritores que creció como espuma por todos los rincones de Venezuela y en que apenas un año ya rendía frutos efectivos, con un apoyo importantísimo de otro ente que nacía por la misma época: el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. En seguida la Redve se convirtió, oficialmente, en “Aliado estratégico” del MPPC para todo lo que fuera política editorial y de promoción de lectura. Fue así como en marzo de 2007 el Director de Cultura Luis Alexi Salas nos abre las puertas y nos entrega la llave de la oficina número 3 de la Casa Municipal de la Cultura “Juan España”. Cabe destacar que por ese tiempo ocurría la separación paulatina del partido PODEMOS de las filas revolucionarias, y a ese partido pertenecía el alcalde de entonces de este municipio Independencia, pero Luis Alexi supo mantenerse de bajo perfil para protegernos. En abril instalamos las máquinas y comenzamos a trabajar y finalmente, en diciembre de ese mismo año, mientras el partido de gobierno municipal se declaraba abiertamente opositor en las elecciones para la Reforma Constitucional, la imprenta, es decir, el Gobierno nacional a través del Ministerio del P.P. para la Cultura, tenía tomado totalmente el espacio y estaba presentando sus cuatro primeros libros, entre los que destaca el del 4to Festival Mundial de Poesía Capítulo Miranda, evento que habíamos organizado en el mes de junio de ese mismo año, también articulado con el MPPC a través de la Casa de Bello, el Gabinete de Miranda del MPPC. Igualmente, ese mismo año 2007, en noviembre, con respaldo del Centro Nacional del Libro (CENAL) organizamos en la Plaza Bolívar de Santa Teresa la Feria Internacional del Libro capítulo Miranda. El año 2007 fue tan bueno que nos valió para que por fin el primer reconocido escritor tereseño Metodio Aurely (1933-2009) se nos uniera, nos apoyara y se bebiera unas cuantas con nosotros. ¡Por fin nos habíamos ganado su respeto! Estaba desesperanzado ya después de tantos años de aspirantes a escritores anteriores a nosotros que no escribían más de tres versos cursis por quinquenio. Falleció poco después de que le publicáramos su último libro, la novela La aldea del cerro. Creo que murió tranquilo sabiendo que su obra, con nosotros aquí, ya no pasaría en vano. Otros grandes amigos pasaron por la Imprenta en sus primeros tiempos, dejando buena huella: Usbaldo Volcán, Neolani Capurso, Ulises Orellano, mi tío Frank Fernández (1951-2011), el loco de Ricardo Alustiza, Keny Loaiza y Omar Alfonso Requena, entre otros menos comunes.

RECORRIDO: 
Así avanzamos con el Sistema Nacional de Imprentas Regionales Sede Miranda, publicando libros de mucha gente de todo el estado. Sesenta títulos se han publicado en estos seis años, desde 2007 hasta 2013, y para 2014 seguiremos publicando más libros. En 2008 acatamos la nueva estructura de la Redve y asumimos parte de la directiva estadal, repitiendo en 2010 la responsabilidad de acarrear con la Redve-Miranda y para 2013 haremos otro buen intento. Asímismo, más recientemente se nos han sumado Yhonaís Lemus, Marcelo Seguel Bon, Hamlet Yaraima Marín, Leandro Blanco y Sthephany Sierra, entre otros. Cabe destacar que en 2009 lanzamos nuestro primer Manifiesto Literario, y desde entonces ya van cuatro, todos publicados en posteriores ediciones de la revista.

ACOMPAÑAMIENTO: 
Igualmente es importante destacar que ¿al vacío...?, tanto como grupo y como revista no han sido mezquinos ni estériles. Con la imprenta como verdadera artillería indestructible del pensamiento revolucionario (como dice el eslogan que tenemos de letrero en la oficina) ha dado lugar no solo a libros, sino a publicaciones periódicas de diferentes colectivos del pueblo mirandino, que son a la vez publicaciones hermanas e hijas de ¿al vacío...? La primera de ellas fue Mi Querencia, una publicación infantil de la que salieron 4 números entre 2008 y 2009, dirigida por nuestra entrañable amiga Rosa Virginia Rodríguez, de Yare. Noticultura, de la Misión Cultura fue una pequeña publicación de la que salieron tres números por la misma época, y la dirigía el amigo Pedro Mata. En julio de 2009 surge el mensuario VENceremos, en el que buena parte del grupo ¿al vacío...? participa activamente, una publicación política y formativa coordinada por Leonardo Caraballo y que actualmente cuenta ya con cuatro años ininterrumpidos, con 39 ediciones hasta ahora. Allí participamos activamente junto con Mabel González, Morelbis Aguiar, Víctor Quintero, Cándido Riera, entre muchos otros. Surgirán otras publicaciones apoyadas por nosotros, pero la siguiente en lograr un éxito continuo será MopiActiva, un medio alternativo coordinado por el poeta Leonardo Delgado para su comunidad, que desde hace un año ya, desde noviembre de 2012, ha salido ya en seis ediciones. En MopiActiva participamos activamente junto a Ruffo Batatima, Manuel Díaz y Georgina Méndez. Y más recientemente la revista de historia regional y local Matria, coordinada por Iván López y Arturo Lev lleva ya tres números y promete convertirse en un éxito continuo también. En Matria participamos activamente junto a Ossiel Andrade, Manuel Rico, Antonio Delgado y otros camaradas. Y así seguiremos en revolución constante, llenando al mundo de palabras, de muchas palabras, hasta romper de una vez por todas con el silencio sepulcral que adormeció a estos pueblos olvidados del Tuy por siglos, y por aquí seguirán desfilando más y más almas hasta que toda esta región sea una especie de Distrito de la algarabía de la luz, el conocimiento y la sensibilidad, ¿la Alcaldía Mayor de la Poesía...?

Publicado originalmente en la revista literaria ¿al vacío...? Nº25, 9no aniversario, Dic-2013