miércoles, 26 de junio de 2013

Algo sobre la poesía actual: 10 consejos para jóvenes poetas

*Intentaré responder a la petición básica que se me ha hecho para escribir este artículo. Se me solicitó escribir “algo sobre la poesía”, y como he pensado que debería ser “algo” útil para alguien, me referiré a diez aspectos que deben ser reflexionados por los jóvenes poetas de hoy, por ello el adjetivo “actual”. Enumero ordenadamente:

1) Comienzo citando a Calzadilla, pues nadie mejor que él expresa este pensamiento: “La forma métrica en nuestra época es una de las fórmulas concretas que se tienen a mano para justificar que todavía se puede escribir poesía sin tener nada que decir. O sea, acudiendo a la forma y presentándola como la poesía misma. Si hubiese algo que decir, se diría con la mayor naturalidad, sin tener que pasar por un molde”. Toda forma métrica-rimada de la poesía, pertenece ya a las manifestaciones culturales tradicionales, al folclor, a la cultura oral, ya no a la poesía, que es un arte escrito.
2) Además, aceptemos que la poesía contemporánea se inscribe en lo que Octavio Paz llamó la tradición de la ruptura. Todo poeta debe conocer la tradición literaria que le antecede, pero no con el fin de repetirla, sino para transformarla y superarla. Un poeta que solo escribe algo para que suene bien o bonito, no está escribiendo poesía, sino cursilería. Igualmente, si se conforma con imitar y piensa que escribiendo “igual a” tendrá éxito, está pensando en aplausos, no en poesía. Conozca todo lo que le antecede, pero quédese solo con lo que necesite y bote lo que sobre.
3) La inspiración no existe. Compruébelo: lea estadísticamente todos los poemas que haya escrito bajo el “influjo de la musa” y se dará cuenta de que esta tiene un vocabulario muy pobre, carece de toda verborrea, o es una malintencionada que quiere dejarlo a usted en ridículo. Libérese. Escriba cuando le dé la gana, no cuando la musa lo deje. La única musa es tener un diccionario a la mano y, parafraseando a Pérez So, haber leído un kilómetro antes de escribir un centímetro.
4) Escribir poesía debe parecerse más a un trabajo de escultor. Lo decía Dylan Thomas en su Manifiesto poético. La primera versión de un poema, es decir, la primera vez que se escribe, este es apenas una piedra extraída de esa gran mina que es el inventario de palabras que manejamos. Una vez que esa piedra es extraída en bruto, comienza el trabajo con el cincel. Es la piedra perfecta, sí, pero es perfecta porque se puede trabajar. Hay piedras que no sirven para nada y se desechan. Pero cuando una piedra nos gusta, esto es porque se puede modelar, transformar, se asemeja a algo que aspiramos, pero el poema no estará terminado hasta que el último martillazo no haya ayudado al cincel a dar en el justo lugar y con la fuerza apropiada. No llegue a un recital diciendo “este es un poema que acabo de escribir cuando venía”. Eso revela que usted no tiene oficio de poeta. La poesía no es un hobbie.
5) El panfleto en la poesía es, como el tema del amor y el desamor –ya lo avisaba Rilke en sus Cartas a un joven poeta-, lo más difícil de abordar. El problema del panfleto es que proporciona grandes discursos, las más nobles, patriotas y las mejores ideas políticas del poeta, expresa una ética hermosa, pero salvo muy pocos casos (Valera Mora), proporciona poesía. Hay que saber administrar la lucha social y la reivindicación izquierdista en la poesía, y precisamente cuando van ligados a los temas del amor y el desamor, requiere aún más trabajo, vivencia y vitalidad. Un poema no es un meeting. Es para conmover, no para convencer. Escribir poesía es un acto revolucionario en sí mismo.
6) Todo aquel que se inicie en la poesía debe leer los Problemas de la Lírica de Gottfried Benn. Él señala cinco aspectos importantes que deben formar parte de la reflexión constante del poeta. Estos son: la concepción del proceso creativo del poema como un arte en sí mismo -es decir, la Poética o Estética-; el uso del tono narrativo; el uso del como –no abusar de las comparaciones, preferir la metáfora-; el uso de los colores –en tanto adjetivos-, y el vicio moralizante y empalagador del tono seráfico o angelical. Yo, sin embargo, creo que el tono narrativo no siempre es extraño a la poesía, sobre todo cuando uno lee a Ramos Sucre o a Sánchez Peláez en su Animal de costumbre. El tono narrativo en un poema es válido si las acciones acarreadas por los verbos no indican tanto acciones de personajes ni situaciones, sino imágenes y sensaciones.
7) No confíen en el “estilo”. Hoy en día este término se ha prostituido porque prácticamente se presta para ver el quehacer literario como una receta que responde más a las leyes autómatas de la publicidad que a las leyes transformacionales de la literatura. Cada obra que intentemos escribir debe ser un experimento en sí mismo. Un experimento “mágico”. No sé de ningún científico que habiendo tenido éxito en un experimento, haya vuelto a realizarlo igual. La “magia” de la electricidad se descubrió una sola vez, no mil. Igualmente, el poeta, que es casi un científico de la palabra, debe cambiar de experimento cada cierto tiempo o estará siempre descubriendo el agua tibia. Una vez comprobado que una manera de escribir poesía es posible, ya se debe pasar a otra.
8) La enumeración caótica fue un recurso muy empleado por los poetas del siglo XX. Los surrealistas la explotaron al máximo aún hasta los años ’70 y ‘80. Es tanto lo que se explotó la enumeración caótica que ya para finales del mismo siglo XX había agotado su forma y su uso. Hoy es una herramienta fácil para hacer creer –o para autoengañarse- de que se tiene una imparable imaginación.
9) Tomen con ojeriza todo lo que se parezca a un recetario, incluyendo esto.

10) Desconfía de la gramática y cuidado con los lugares comunes.

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Originalmente publicado en el Boletín informativo Todo Miranda Nº48, 3ra semana de junio de 2013, del Gabinete Cultural Miranda.