*Intentaré responder a la petición básica que se me ha hecho para escribir
este artículo. Se me solicitó escribir “algo sobre la poesía”, y como he
pensado que debería ser “algo” útil para alguien, me referiré a diez aspectos
que deben ser reflexionados por los jóvenes poetas de hoy, por ello el adjetivo
“actual”. Enumero ordenadamente:
1) Comienzo citando
a Calzadilla, pues nadie mejor que él expresa este pensamiento: “La forma métrica en nuestra época es una de
las fórmulas concretas que se tienen a mano para justificar que todavía se
puede escribir poesía sin tener nada que decir. O sea, acudiendo a la forma y
presentándola como la poesía misma. Si hubiese algo que decir, se diría con la
mayor naturalidad, sin tener que pasar por un molde”. Toda forma métrica-rimada
de la poesía, pertenece ya a las manifestaciones culturales tradicionales, al
folclor, a la cultura oral, ya no a la poesía, que es un arte escrito.
2) Además,
aceptemos que la poesía contemporánea se inscribe en lo que Octavio Paz llamó
la tradición de la ruptura. Todo
poeta debe conocer la tradición literaria que le antecede, pero no con el fin
de repetirla, sino para transformarla y superarla. Un poeta que solo escribe
algo para que suene bien o bonito, no está escribiendo poesía, sino cursilería.
Igualmente, si se conforma con imitar y piensa que escribiendo “igual a” tendrá
éxito, está pensando en aplausos, no en poesía. Conozca todo lo que le
antecede, pero quédese solo con lo que necesite y bote lo que sobre.
3) La
inspiración no existe. Compruébelo: lea estadísticamente todos los poemas que
haya escrito bajo el “influjo de la musa” y se dará cuenta de que esta tiene un
vocabulario muy pobre, carece de toda verborrea, o es una malintencionada que quiere
dejarlo a usted en ridículo. Libérese. Escriba cuando le dé la gana, no cuando
la musa lo deje. La única musa es tener un diccionario a la mano y,
parafraseando a Pérez So, haber leído un kilómetro antes de escribir un
centímetro.
4) Escribir
poesía debe parecerse más a un trabajo de escultor. Lo decía Dylan Thomas en su
Manifiesto poético. La primera
versión de un poema, es decir, la primera vez que se escribe, este es apenas
una piedra extraída de esa gran mina que es el inventario de palabras que
manejamos. Una vez que esa piedra es extraída en bruto, comienza el trabajo con
el cincel. Es la piedra perfecta, sí, pero es perfecta porque se puede
trabajar. Hay piedras que no sirven para nada y se desechan. Pero cuando una
piedra nos gusta, esto es porque se puede modelar, transformar, se asemeja a
algo que aspiramos, pero el poema no estará terminado hasta que el último
martillazo no haya ayudado al cincel a dar en el justo lugar y con la fuerza
apropiada. No llegue a un recital diciendo “este es un poema que acabo de
escribir cuando venía”. Eso revela que usted no tiene oficio de poeta. La
poesía no es un hobbie.
5) El panfleto
en la poesía es, como el tema del amor y el desamor –ya lo avisaba Rilke en sus
Cartas a un joven poeta-, lo más
difícil de abordar. El problema del panfleto es que proporciona grandes
discursos, las más nobles, patriotas y las mejores ideas políticas del poeta,
expresa una ética hermosa, pero salvo muy pocos casos (Valera Mora),
proporciona poesía. Hay que saber administrar la lucha social y la
reivindicación izquierdista en la poesía, y precisamente cuando van ligados a
los temas del amor y el desamor, requiere aún más trabajo, vivencia y
vitalidad. Un poema no es un meeting.
Es para conmover, no para convencer. Escribir poesía es un acto revolucionario
en sí mismo.
6) Todo aquel
que se inicie en la poesía debe leer los Problemas
de la Lírica
de Gottfried Benn. Él señala cinco aspectos importantes que deben formar parte
de la reflexión constante del poeta. Estos son: la concepción del proceso
creativo del poema como un arte en sí mismo -es decir, la Poética o Estética-; el
uso del tono narrativo; el uso del como –no
abusar de las comparaciones, preferir la metáfora-; el uso de los colores –en
tanto adjetivos-, y el vicio moralizante y empalagador del tono seráfico o
angelical. Yo, sin embargo, creo que el tono narrativo no siempre es extraño a
la poesía, sobre todo cuando uno lee a Ramos Sucre o a Sánchez Peláez en su Animal de costumbre. El tono narrativo
en un poema es válido si las acciones acarreadas por los verbos no indican tanto
acciones de personajes ni situaciones, sino imágenes y sensaciones.
7) No confíen en
el “estilo”. Hoy en día este término se ha prostituido porque prácticamente se
presta para ver el quehacer literario como una receta que responde más a las
leyes autómatas de la publicidad que a las leyes transformacionales de la literatura.
Cada obra que intentemos escribir debe ser un experimento en sí mismo. Un
experimento “mágico”. No sé de ningún científico que habiendo tenido éxito en
un experimento, haya vuelto a realizarlo igual. La “magia” de la electricidad
se descubrió una sola vez, no mil. Igualmente, el poeta, que es casi un
científico de la palabra, debe cambiar de experimento cada cierto tiempo o estará
siempre descubriendo el agua tibia. Una vez comprobado que una manera de
escribir poesía es posible, ya se debe pasar a otra.
8) La
enumeración caótica fue un recurso muy empleado por los poetas del siglo XX. Los
surrealistas la explotaron al máximo aún hasta los años ’70 y ‘80. Es tanto lo
que se explotó la enumeración caótica que ya para finales del mismo siglo XX
había agotado su forma y su uso. Hoy es una herramienta fácil para hacer creer
–o para autoengañarse- de que se tiene una imparable imaginación.
9) Tomen con
ojeriza todo lo que se parezca a un recetario, incluyendo esto.
10) Desconfía de
la gramática y cuidado con los lugares comunes.
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* Originalmente publicado en el Boletín informativo Todo Miranda Nº48, 3ra semana de junio de 2013, del Gabinete Cultural Miranda.
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* Originalmente publicado en el Boletín informativo Todo Miranda Nº48, 3ra semana de junio de 2013, del Gabinete Cultural Miranda.
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