Mi amiga Ana Teresa Carmona, cultora y docente de larga trayectoria, además de egresada de la Misión Cultura, me planteó anoche luego de un intento fallido de formación de círculo de lectura en nuestra comunidad de la urbanización Luis Tovar, que el término que ella usa para mis obras de teatro breves, específicamente refiriéndose a una titulada El muelle solitario, monólogo femenino que ella ha llevado y adaptado a escena muchas veces sin mi permiso (lo cual me parece buenísimo, en serio), que estas son "obras de bolsillo". Este término me gustó mucho, sobre todo porque colinda con la idea de "libro de bolsillo" que tienen muchas editoriales hoy en día. Las "cosas de bolsillo" en general son, más que una moda, un resultado natural de los desarrollos tecnológicos de hoy en día y que transversalizan todo el quehacer humano. Todo intenta adaptarse a una vida que a veces se vive muy rápido, es cierto, y uno debería tratar de no vivir tan rápido, sino con la pausa que amerita el pensamiento. Sin embargo, el término "obra de bolsillo" me gustó mucho, en primer lugar porque no lo había visto desde ese punto de vista, y es que el hecho que sea de bolsillo implica que el actor puede representar esa obra en donde sea, con los elementos que tenga a mano, y puede llevar lo que necesite para representarla, tal vez no en el bolsillo del pantalón (no hay que ser literales), pero sí en un pequeño bolso. Esa es la explicación de Ana T., la cual a mí me convenció del todo e inmediatamente.
En este mismo orden de ideas, la literatura de bolsillo podría ser un tema para profundizar y teorizar, pensando en las corrientes estéticas de hoy. La propuesta del "espacio vacío" de Peter Brook que siempre ha sido mi favorita para el teatro es un tipo de teatro "de bolsillo". El auge del microcuento (que por acá por los Valles del Tuy gusta mucho a los escritores de mi generación y la que nos sigue), así como las microcrónicas, y en general esos géneros "micro" (así como a cierto tipo de aforismos un poco extensos, digamos de unas diez líneas, yo tiendo a llamarles "microensayos") merecen especial atención.
En cuanto a mi obra El muelle solitario en otra oportunidad la pondré acá en mi blog, pues la escribí entre 2002 y 2003, entre otras cosas, para burlarme del "microdictador" Carmona Estanga, a quien, precisamente muy a tema, se llama burlescamente "Alias El Breve" (pues su dictadura fue de sólo 46 horas), y hay personas que creen que con la obra me estoy metiendo con Chávez. La verdad es que, principalmente, El muelle solitario es un experimento con la idea del "microescenario", pues toda la obra transcurre sobre una silla (40 centímetros cuadrados de escenario, más o menos). La razón por la que no coloco la obra aquí ahorita es porque no la tengo transcrita, es un archivo que perdí hace tiempo y sólo tengo el físico del texto. Más adelante será que me dedique a eso...
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